Serie Rebotes

La serie rebotes se inicia en 1997 y culmina con la exposición en la galería Amasté de Bilbao en 1999. Posteriormente hago algún otro cuadro con este tema pero es ya residual, todo el trabajo previo se muestra en esa expo, que es la que más satisfecho me ha dejado.

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Exposición en Galería Amasté, Bilbao. 1999.

La serie se inicia con la idea de una línea que entra en un cuadro, rebota dentro de sí mismo y de sus límites y acaba saliendo. Este rebote lo identifico según la triada dialéctica de Hegel como síntesis de la pelea pictórico-bipolar que mantengo en los años de Bellas Artes con los ‘intentos de equilibrio temporal’. Como inspiración y punto de partida parto de la cuadrícula ordenadora de materia de varios edificios singulares que contienen elementos rebotantes. Por medio de varios dibujos sobre fotos resuelvo los primeros bocetos que dan pie a una serie caracterizada por lo experimental y en la que disfruto enormemente. La línea rebotante, formada por la unión de negro y blanco, acaba siendo un motivo repetido hasta la saciedad.

Finalmente en la exposición no puedo evitar meter un par de cuadros realistas e intimistas sobre mi realidad cotidiana. En esa época Vermeer me apasiona. Los cuadros de Allan e Ixone se presentan dentro de un discurso abrumadoramente rebotante y parecen iniciar una nueva dialéctica.

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Exposición en Galería Amasté, Bilbao. 1999.

Para la exposición de Amasté se editó un catálogo con un texto de Xabier Sáenz de Gorbea. Un texto que agradeceré siempre enormemente y que me encantó. Es el siguiente:

La compleja interactividad

Xabier Sáenz de Gorbea

A tenor de la participación pictórica en las últimas grandes exposiciones internacionales, la pintura ha perdido buena parte de su protagonismo a la hora de llevar el pensamiento y la sensibilidad en el mundo de las artes plásticas y visuales. Mientras esta situación se produce en el exterior, en el País Vasco ha surgido una nueva generación con una actividad pictórica importante. Entre ellos se encuentra José María Martínez Burgos, “Hafo” (Vitoria, 1974).

La pintura de Hafo es el resultado de una ardua e incansable labor plástica, producto y consecuencia de la superposición de continuas informaciones pictóricas, cuyos rastros aplicados sucesivamente sobre el soporte quedan al descubierto, siquiera parcial y fragmentariamente. Le corresponde al plano de superficie el ir asimilando las distintas capas, cada una de las cuales va aportando una serie de cualidades diferentes, como aunando una compleja suma de experiencias, incluso contradictorias.

El artista todo lo quiere integrar, con lo que la obra admite cualquier sistema plástico, distintos códigos y cualidades. En la línea de Richter, las exposiciones reúnen experiencias hiperfigurativas y superabstracciones, en un solo cuadro o por separado, en piezas distintas. Desborda los límites representacionales abordando el problema de la pintura de manera ecléctica y cambiante, estableciendo un zapping de intereses y sensaciones como corresponde a un universo cuya globalidad dialoga con la identidad nómada y plural. A diferencia del discurso pragmático que realizara Reinhardt, la defensa del ejercicio de la pintura, se produce asumiendo las contradicciones entre el ver y el conocer, la apariencia y la realidad, auspiciando tensiones y equilibrios, movilidad e inmovilidad. Y sin embargo, Hafo no deja de ser un pintor analítico, con la búsqueda del conocimiento como horizonte.

Como si se tratara de un alegato o una arenga no cesa de trabajar huérfano de complejos y lejos de las modas al uso, afrontando el desafío de seguir pintando. Sin desdeñar la complejidad ni la ampliación a otros medios, al mismo tiempo reflexiona pictóricamente y sobre las posibilidades constructivas y comunicativas de las nuevas tecnlogías en nuestro tiempo. Le interesa la ciencia de los fractales y los ejes intercomunicativos globales. No es la cotidiana subjetividad lo único que le afecta al hombre contemporáneo, tampoco se trata de pintar con virtuosismo, sino de ofrecer una red de relaciones mucho más compleja. No desdeña nada. Puede partir de fotografías y utilizar el ordenador para crear virtuales composiciones y así estudiarlas previa y convenientemente.

Así las cosas, bien puede parecer que se instala en la tradición del metalenguaje, como reflexión hecha de reflexiones, lenguaje que habla de lenguajes anteriores y que alcanza su sentido en el dialogo con los modelos anteriores y cuya valoración se realiza sólo por el funcionamiento plástico, sus cualidades y virtudes físicas, de una manera formalista. Pero esto es solo una impresión externa y ajena a las incitaciones profundas de las que parte. Unas sugerencias que alcanzan su tono adecuado al ver la totalidad de las obras expuestas en una exposición individual. Y es que el artista se sitúa contra el efecto por el efecto pero con efectos, asumiendo un gran número de recursos.

En las obras aparentemente abstractas triunfan las mallas y redes, que muestran con complejidad un universo denso, interrelacionado y dinámico, tal y como se manifiesta en la actividad comunicativa de Internet. El cuadro es excitado por el contraste constante entre el climax atmosférico del fondo y los rebotes de superficie. Los gestos pictóricos son secos y precisos, cargados de materia. El pincel discurre en superficie y posibilita un recorrido temporal, mientras el fondo promueve una navegación inestable y ambigua. El uso dinámico de las estructuras supone una pintura de acción en base a anchas líneas cargadas de pasta y con cromatismo no uniforme. Hay una extrema consciencia, no exenta de apertura de sentido y ampliación del mundo perceptivo.

Existe, por otro lado, la aparente sencillez de los silenciosos interiores en los que aparecen personas conocidas, desde el propio artista a otros autores de su generación. Con Vermeer al fondo, demuestra tener un gran interés por el espacio, desde el hábitat interior se vislumbra al exterior. La intimidad y el trabajo son atrapados de un modo estático y eterno a la vez. Como los espejos producen efectos impresionantes de lo real pero logrando fijar la extrema e íntima subjetividad.

Si fue un objeto de la modernidad norteamericana, según Greenberg, aspirar a cierta pureza del medio, negando las posibilidades ilusionistas, Hafo desde el más estricto uso pictórico no duda en incorporar las sugerencias espacialistas, entre el primer y segundo plano, en lo abstracto y en lo figurativo, a través de la objetividad del gesto o la presencia gestáltica del icono, o bien por medio de la cambiante ambigüedad del fondo y la utilización del halo misterioso de la luz.
Al igual que Durham y tantos otros creadores actuales maneja el sentido amplio de lo incoherente eliminando las divisiones entre figurativo y abstracto, ya no hay conflicto ni contradicción sino contraposición continua, entre series de obras de uno y otro signo.

Como en la compleja conexión entre las partes que posibilitan medios como Internet, no existe un campo cerrado ni acotado sino expansivo y no siempre previsible, no hay una red uniforme y geométrica, sino que todos los elementos pueden relacionarse al unísono e interactuar sin jerarquías verticales, de manera más horizontal y democrática, sin tener necesariamente que caer en el laberinto de la mera información especulativa. Ante esta situación son necesarias nuevas cartografías que manifiesten mapas de los efectos de la comunicación, como formas de comportarse y modos complicados de pensar. La pérdida de un sentido fácil y directo, unidireccional, propicia un diálogo a amplias bandas. Se trata de ir incorporando contradicciones por medio de muchas voces para crear nuevos factores que superen la dialéctica marxista, posibilitando relaciones inesperadas, forzando la bipolaridad instrumental y las cuadrículas racionales con nuevos procesos cognitivos. Todos sujetos y objetos, actores y espectadores.

El énfasis del lenguaje retoma el carácter humano y subjetivo, como dispuesto a asumir muchos intereses, los que emanan de la autonomía plástica, del entendimiento y de las relaciones entre los seres. Y es que como piensa Demetrio Peperoni “El pintor, sea abstracto o figurativo, busca la conciliación de extremos antagónicos. Aunque no exclusivamente, se vuelve a enfrentar, desde los años ochenta en adelante, como un arte entendido como especulación filosófica sobre si mismo y sobre todo lo demás”.